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sábado, 2 de mayo de 2009

Notas de un taller de comunicación popular

Seguimos aprendiendo, revisado al calor fraternal de Charallave y de la victoria comunicacional del pueblo salvadoreño.

“Una época de cambios se caracteriza por la alta conductividad de las ideas” León Trotsky

En la sociedad humana actual la celeridad en el intercambio de información a adquirido una velocidad de desarrollo sin precedentes, a tal punto que el 90 por ciento de lo que una niña o un niño de 16 años sabe, sucedió, surgió, se inventó o fue informado después de su nacimiento. Esta indomable celeridad en la transmisión y asimilación de mensajes impacta como nunca el tipo de relaciones que establecemos entre nosotros, o que se nos imponen como relación de dominio.

Las consecuencias de esta carrera informacional e ideológica bajo el control de los mass media del capital trasnacional y del imperio, es la fragmentación del saber, la subordinación de la conciencia, el individualismo como valor dominante y la extinción de la memoria colectiva.

La lucha por un cambio social a favor de las mayorías, la militancia por la dignidad y la justicia, el esfuerzo por lograr la asimilación y reasimilación conciente de los formidables patrimonios de la memoria, la lucha por la defensa ambiental de nuestro entorno, las luchas de resistencia, las dinámicas alternativas de vida a la globalización neoliberal y todas las experiencias humanas que cuestionan al capitalismo o proponen salidas alternativas, deben ser actores concientes de este proceso, deben generar respuestas y dinámicas comunicacionales a favor de la causa humana, porque ahora como nunca la comunicación es el campo de confrontación mas importante, los demás campos de batalla son una mera consecuencia de resolución establecida por quienes lograr controlar las relaciones o quienes logramos resistir desde ellas, y estas se generan y establecen en forma privilegiada desde el campo comunicacional e informativo.

La trampa “comunitaria”
Parece una respuesta obvia estando en la Venezuela petrolera y teniendo la posibilidad actual de morder un fisco de la renta petrolera, fortalecer con la inyección de recursos al llamado sector de la comunicación “comunitaria” en el que hemos militado hasta ahora muchos de nosotros.

¿Qué nos queda de esta experiencia de auge y legalización que lleva ya diez años? Los dineros inyectados para fortalecer el sector de la comunicación comunitaria ha creado un ciclo de interdependencia subordinada con el mismo, en lo material, en la construcción de los mensajes, e incluso en la relación con los actores sociales y el entorno, imponiendo una cultura casi exclusiva de relación de estos con los actores legitimados por la política oficial y por la percepción de la realidad auspiciada por el mismo gobierno.

¿Cómo lo hizo?: Le puso limitantes formales al esquema de crecimiento, le definió a priori un perfil social y técnico, creó desde ese perfil una cultura de legitimación ante el poder, no reconoció los actores naturales de la comunicación popular y cuando por fin lo hizo, les propuso por oleadas un atractivo pacto de financiamiento y recursos que les hizo abandonar la lucha por la auténtica democratización del espectro radioeléctrico, que les sustituyó el discurso local de las luchas populares, del aún insipiente diálogo, por la cuña institucional de contingencia, la cuña estratégica del socialismo oficial, a cambio de unas pocas monedas. En esta horma fueron entrando incluso los más rebeldes, excluidos de siempre del botín petrolero, no advirtieron que estaban cambiando a cristo por una reliquia falsa y clientelar.

El gobierno nacional ha desmantelado las posibilidades que el movimiento popular acumuló para cambiar las relaciones comunicacionales de dominación, y hacer surgir una comunicación de la resistencia, vital para la guerra popular de resistencia que el propio gobierno hoy pregona como componente de la doctrina de seguridad y defensa.

Hoy es difícil diferenciar entre las aguerridas emisoras populares que se batieron por las luchas de sus comunidades, que hicieron solidaridad militante con las luchas de más allá, que enfrentaron la contingencia del golpe y del paro petrolero de las otras emisoras que surgidas del boom de las comunitarias convocaron a toda suerte de malandrines y oportunistas a montar su tarantín, su trocito estereofónico de la torta negra petrolera.

Es igual de difícil diferenciar entre cooperativas falsas y verdaderas, entre alcaldes bolivarianos honestos y sinvergüenzas corruptos. La relación con el estado nos subió y bajó y nos deslegitimó como actores de la organización popular, como alternativas comunicacionales. Hoy nadie confía en el otro, la palabra política popular, verdadero pan de nuestra lucha, no nos pertenece como antes. Para el pueblo, para la comunidad la emisora es una instalación más, en el mejor de los casos, otra misión del gobierno.

En la carta a los comunicadores populares describimos esta suma de desaciertos y errores del movimiento popular al comprometer todo su acumulado a la política comunicacional del estado y el peor desacierto el cambiar la lucha por la democratización del espectro radioeléctrico en una negociación para fortalecer el oportunismo de algunos de nosotros, asombrados frente al interminable plato de migajas que el estado ofreció como refrigerio, para ocultar la vergonzosa negociación con los monopolios mediáticos que nos instan a confrontar en el discurso.

Retomar la tarea desde las luchas y proyectos populares, no desde las herramientas

Creemos que la retoma de la tarea de construir una comunicación rebelde y resistencia, otra comunicación distinta a la que comparten el estado y los consorcios mediáticos nacionales y trasnacionales, pasa por verificar en forma rigurosa que cada experiencia de base sea:

Un espacio de diálogo permanente que vaya sin saltarse posibilidades, desde la conversación hasta el intercambio a través de herramientas multimediales, la moderna ágora, el moderno cabildo de cada experiencia de lucha y de poder popular que integramos.

En cada uno y en todos los posibles espacios debe surgir una cultura del intercambio de códigos racionales y emocionales comunes, requisito básico para entrar en batalla contra el avanzado virus de los códigos impuestos por la dominación del capital trasnacional y del imperio. Una visión comunal, obrera, campesina y popular de las relaciones poder, y de la confrontación en la que estamos inmersos, dinámicas de educación liberadora en todas las experiencias.

Pasar por un proceso de revisión autocrítica y critica de las relaciones que hemos establecido entre nosotros y con el poder, ver los errores cometidos en la delegación de poder y en el ejercicio del liderazgo, ver nuestras fallas en la trasmisión cotidiana de nuevos valores en las relaciones humanas mas sensibles, revisar con severidad nuestros mecanismos colectivos para valorar la realidad, para valorar nuestra fuerza y nuestra experiencia.

Evaluar también con severidad las bases materiales y la sostenibilidad de nuestro esfuerzo y ver si acaso reproduce las relaciones de subordinación que combatimos como revolucionarios.

Línea editorial común, línea editorial de guerra

No construyamos ni sostengamos asociaciones de medios ni gremios de gestores, tampoco demos nuestras nominaciones al listado de protocolo de las secretarias del MCI, no digamos completos cuando la cucaracha ya no puede caminar.

Concentremos el esfuerzo en producir mensajes juntos, que compartir contenidos nos rearticule y rehaga nuestras alianzas, logremos un sistema para dar respuestas comunicacionales a las contingencias, sostengamos campañas juntos, no importa donde estemos construyamos una línea editorial común que ayude a ganar las batallas y que oriente e informe a los que luchan en medio de la guerra.

Es fácil asumir este planteamiento si no es un planteamiento dogmático, ni sectario, ni fraccional. Se trata de juntarnos para hacer juntos, permitiendo que esa relación y su diálogo nos cambien. Sin subordinarnos mas que a los estrictos acuerdos de un tejido sin nombre, o al menos sin pasión cabrona por las siglas.

Aprendamos de los sistemas comunicacionales clandestinos de guerra y repensemos nuestros esfuerzos para salir de esta modalidad mediocre de repartirnos baratijas y construyamos juntos también las bases materiales para nuestra autonomía, no la del medio, sino la del pueblo y sus organizaciones.

Darle paso a la hegemonía de un diálogo que debe ser como tal, democrático y entre iguales, para merecer tal denominación. Radicalizado hasta asumir un natural rechazo a los intentos de establecer un centro o una dirección central-racional de los procesos, dueña del control.

Diálogo para tejernos y reenlazarnos
Este diálogo debe estar por el crecimiento de un tejido diverso plural que se hilvana con acuerdos estrictos para hacer, vivir y movilizarse, con capacidad real para mover a través de el, las cualidades de la vanguardia, al lugar y el momento en que dicho tejido soporta una dinámica más acelerada. Un tejido militante altamente conductivo de valores e ideas, que se reconozca en su propio ritmo. Un tejido militante para la guerra de resistencia.

Solo podremos sobrevivir y salvar nuestro entorno terrenal o defender nuestra soberanía en el territorio de nuestras conquistas, de la voracidad del capitalismo globalizado, si nos articulamos de tal modo que no sepan donde golpear y que esta forma permita reestablecer las relaciones por elevada conciencia diversa y por desarrollado instinto común.

Empezar desde cero (gracias José)
Cometimos un grave error al considerar el diagnóstico de la batalla comunicacional que teníamos como reto, trabajamos para hacernos a la altura de esta confrontación acumulando herramientas y haciendo alianzas desde la experiencia de comunicación, este error fue aderezado con las ayudas gubernamentales para apertrecharnos.

Quedamos atrapados en una experiencia que dialoga si, aun en mucho, pero consigo misma, aislada progresivamente de la lucha social y de la construcción de espacios territoriales de resistencia, al punto de tener hoy experiencias hijas de este error que nacen del vicio clientelar de las relaciones con el estado rentista y no de el seno de en movimiento social. Radios, periódicos y televisoras que nacen de la necesidad de mantener una lista abultada de asociados a nuestra asociación.

David contra Goliat, el Arca y el Titanic, “la paraulata es pequeña y se enfrenta al chiriguare”

El poder crea guerreros robóticos especializados para esta tipo de guerra y los otros, “rambos” informáticos y comunicacionales sin familia y sin arraigos, paramilitares de la red y “seals” de la doctrina del control total, el pueblo no debe crear especialistas sino reafirmar y desarrollar el esquema de pueblo en lucha libremente asociado en redes y los principios de la democracia de la calle, o del camellón, o del río, o del aire, o del conuco, para los que no tenemos los “beneficios” del asfalto.

No estamos proponiendo romper con los principios de resistencia que hemos acumulado sino reafirmarlos y revisarnos a la luz de la desviación terrible que hemos acusado en virtud de la relación equivocada con el poder. Nos sumergimos en las relaciones establecidas cuando aún era tiempo de cambiarlas.

Tampoco podemos integrarnos a una convocatoria de “revisión, rectificación y reimpulso” del gobierno, cuando vemos que las únicas revisiones posibles en el son las que se ordenan desde arriba, comienzan desde abajo y nunca alcanzan a la nueva élite que sigue haciendo “de su camisa un saco”, enriqueciéndose con los recursos públicos, mas allá del plato de migajas que nos ponen en la puerta de atrás.

Debemos insistir desde esa revisión, en una cultura del intercambio de información en códigos comunes entre iguales que no nos extrañe de nuestra vida comunal, sino que nos reafirme, que nos permita nombrar con orgullo lo que hacemos, lo que recordamos, lo que escuchamos, lo que decidimos juntos, nombrar y sentir nuestro bio-entorno como parte verdadera de el y no como quien pretende conquistar la realidad desde las ideas abstractas.

Los “comienzos empezados” desde la estación de las teorías, desde el compromiso con las ideas, desde el dominio de las herramientas, desde la comodidad de los recursos gubernamentales, desde la oferta comunicacional, desde la vocación técnica, desde la línea política partidista, desde las certezas, son pasos en falso.

Tenemos derecho inocente de llegar al compromiso con cualquier confusión o idea preconcebida, incluso con vicios, pero sólo limpiaremos nuestra mirada en la lucha social, en la construcción de una palabra política común, de tal humanidad y firmeza que los militantes se parezcan, no a un estereotipo, ni copien de unos a otros modos raros de hablar, ni mitologías marginales, hombres y mujeres militantes que se parezcan a la política que construimos, ciencia del pueblo.

Ya basta de repetir las arengas de “luchar por la patria y el socialismo”, luchando así no se lucha por nada, eso es tan solo un consuelo de “burócratas y afines”, “la teoría del foco reforzada con bostezos” decía Lydda Franco Farías. Si luchamos por los nuestros, si damos nuestras peleas, ya tenemos lo que debe juntarse para hacer la política radical por un destino a la altura de la causa humana, tenga el nombre que sea, como dicen los Sin Tierra o el mismo Fidel en sus consejos del Aula Magna de la UCV en 1999.

La comunicación y sus herramientas, sus armas
No debemos armarnos antes de tener por quien pelear y por que, por que las armas piden ejercicio y sin claridad de miras podemos seguir reproduciendo las peores relaciones de dominación contra las que insurgimos.

Las armas multimediales y los modos de la comunicación deben ser consecuencia de los acuerdos colectivos, ante las necesidades de decir nuestra experiencia entre nosotros y de construir nuestra palabra política. Cada realidad de lucha requiere una forma y una herramienta adaptada a la contingencia y memoria de la lucha. “La fiesta de los cuchillos”, verso con el que un poeta describe un sueño de unidad indoamericana, no es una despedida de solteros, no se reparten los cuchillos como cotillones institucionales en la puerta, cada quien trae su acero, forjado a su manera, llevado a su usanza y con empuñadura de palo de montaña.

Si no fuera así, todos los cuchillos fueran iguales, cada dimensión de la lucha y cada cultura, cada experiencia requiere que las herramientas varíen, se adapten, se transformen. Disculpen el ejemplo colonial, pero por ejemplo, la espada macedonia de Alejandro, no volvió igual de oriente, había asimilado, cambiado y aprendido, tenia empuñadura y hoja nueva.

Las armas populares no se hicieron para estar guardadas, esa inutilidad extraña a sus dueños y los aísla de los demás, convierte a los armados en clase aparte, su herramienta se convierte en el centro de su vida y la guerra se hace por las armas mismas. Tales guerreros solo sirven y al poder y a los señores. Las armas del pueblo son armas y son instrumento de labranza a la vez.

La emisora popular no es un espacio a ser defendido, no es una casamata blindada por nuestro desvelo, es un instrumento dinámico y ligero de ataque, de defensa del pueblo, de nuestras comunidades. Nuestras emisoras no nacieron para ser defendidas sino para defender a los que luchan para ser instrumento de nuestras luchas. De lo contrario son una precaria posición de defensa, una mala copia de la artillería comunicacional del poder.

La próxima vez que poder y sus lacayos ataquen una de nuestras emisoras no hagamos un circulo alrededor como cruzados, reafirmemos en la práctica las relaciones que no hicieron merecedores de ese ataque.

No fijemos una sola posición de defensa, hagamos un movimiento que nos ponga en el lugar de las luchas que le dan sentido a nuestro esfuerzo, aprovechemos la oportunidad para refundirnos. Que el enemigo al buscarnos se enfrente a un gigante colectivo que lo aplaste poderosa con belleza.

No multipliquemos el error. La emisora que te regalaron, la que no recuerda su propia historia, o la pauta que mantiene tu periódico alternativo, no es un comienzo y después veremos, es el fin de nuestro esfuerzo sincero, son herramientas hechas en serie para adornar vitrinas. Y el pueblo dictó su mandato rompiendo las vitrinas hace 20 años.

Para contar una historia hay que tenerla, hay que saberla, hay que hacerla.
La comunicación es una consecuencia de lo que vivimos, no podemos permanecer en los esfuerzos de comunicación comunal atados a las imposiciones y dependencias logísticas y de lenguaje que bien describe ese el verso de José Martí con el que describe al hombre americano de la dominación colonial: “éramos una mascarada con el chaleco parisien, el chaquetón de Norteamérica y la bandera de España…”

Montar una radio y aprender de comunicación no tiene sentido alguno si antes no estamos juntos, trabajando por superar las limitaciones de justicia, dignidad y calidad de vida más importantes.

No podemos poner la carreta delante de los caballos, o mejor, para que vamos a ir en carreta si aún no hemos allanado el camino.

El cuento no son los hechos, sino lo que aprendimos velado en la palabra y en el gesto. No hay cuento que contar sin territorio donde vivir una experiencia que lo alimente, sin la tierra, sin la calle, sin el tiempo de trabajo, sin las hijas y los hijos, sin la rabia tenida dignamente, sin el amor, no hay cuento, el que lo intenta despide un aliento empobrecido que hace aburridas y repetitivas las palabras.

Tampoco se puede ser un recolector de cuentos de otros, somos protagonistas de nuestro propio cuento. El cuento que entregamos al diálogo en el patio de la tarde no es solo una versión fantástica de lo hechos, tiene todos los ingredientes de lo aprendido aderezando la narración de los hechos, su metáforas son las claves de conocimiento, señas secretas, vibraciones de la piel, gestos significativos que compartimos con los demás.

Todos los intentos de adueñarse de los cuentos de otros son inútiles por que la magia de la palabra es severa y solo se trasmite en relación con la tierra y con la consecuencia dolorosa que mide la palabra política del pueblo. Todos los intentos de usufructuar la palabra lucen falsos ante los ojos silenciosos de la memoria. La palabra deja sus marcas imborrables, tanto como queda marcada la mano del marino y del labriego.

Nuestro cuento en común es un cuento hecho de voces diversas, nuestra voz compartida es el hecho educativo primario de la comunidad, de la familia, del pueblo, cuando hablamos entre nosotros trasmitimos los mas severos anticuerpos frente a la enfermedad del alma de la sociedad de consumo, frente a los dolores del hambre y frente a la sed de justicia.

1810 fue el discurso del poder, la búsqueda de mayor beneficio comercial librándose de la carga impositiva de la corona española, aún en 1811 prósperos y grandes cacaos lucían aun como en verbena de domingo cuando rodeaban al hijo pródigo del pulpero Miranda. La palabra del pueblo sin zapatos, sin escritura y sin vos, guardada silencio en la vibración de un tambor. Pero llegó 1814 y la palabra del pueblo se impuso salvaje arrasando la tierra. Entramos en la historia con la palabra del hambre y con esa palabra fuimos hasta el Alto Perú, donde nos esperaba con el hambre en el vientre, Juana Azurduy.

De una experiencia de lucha irregular
a una experiencia de soberanía sobre los territorios.

Para que vas a instalar en el asentamiento una emisora si aún los campesinos no construyen juntos su cochineras, sus gallineros y sus invernaderos, como es que esa emisora es de todos si aún todos no lo saben y deciden, como es que es de todos si aún no tenemos siquiera una cooperativa para refacciones de la maquinaria agrícola. Pero tenemos una emisora con todos los hierros pagada por CONATEL.

De verdad, es mas sincero y maduro tener instrumentos de agitación y propaganda concentrados en echar las bases materiales de una nueva soberanía. No tengamos lo que nuestra propia fuerza no garantiza. Mantengamos ligera la carga para la movilización. Luego sobre las garantías que de esa soberanía pueden surgir, si es necesario un medio de comunicación estable, como consolidación y reafirmación del nuevo poder, de la nueva soberanía.

Andar con emisoras sin arraigo, inventadas por ansiedad presupuestaria ha convertido a muchos de nosotros en cuatreros de la comunicación, solo que no robamos ni ocupamos el latifundio radioeléctrico, aún en manos de la oligarquía, usurpamos con nuestros mensajes prestados el espacio de la voz de la comunidad, el espacio del pueblo en lucha.

Solo dejando atrás la condición actual, donde el discurso radicaloide oculta enormes vicios nacidos todos en la relación subordinada con la clase política, podemos, con lo mejor de cada quien, crear una alianza de territorios y experiencias de lucha que deje atrás la vieja traición que derrotó la Patria de Bolívar, la de Guaicaipuro y Nigale, la del Zambo, la de Zamora, cuya capital sigue siendo la tasca lujosa de moda donde el coyote brinda con el correcaminos. Allá en Caracas, asiento de nuestra pobre Capitanía General Petrolera.

Avancemos hacia un Sistema Comunicacional Rebelde, nacido y sostenido por el pueblo en lucha. Una plataforma comunicacional para la Guerra Popular de resistencia contra el imperio. Otra política ciencia y palabra de nuestro pueblo.

Juan Carlos La Rosa Velazco
Colectivo de Trabajo Revolucionario
Cuento, Fiesta y Candela
Por el camino de las comunidades

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