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viernes, 24 de abril de 2009

Los “Derechos Humanos” no existen

Así como la democracia (“cracia”-gobierno o régimen, ejercido por el “demos”-pueblo) los derechos humanos hace tiempo que se convirtieron en una burla a los pueblos conveniente a los intereses de la casta mundial dominate. Ambos -la democracia y los DDHH- como hecho político, nacieron en un mismo tiempo histórico; en aquellos años de la revolución francesa donde se reivindicó y se formalizó precisamente la democracia como soberanía plena del pueblo en conjunto con la declaración universal de los derechos humanos. En dicha declaración se constituyen al menos de manera formal tanto los principios atinentes a la libertad individual, entendida como respeto libertad de pensamiento, de expresión, de movimiento, de oficio, de decisión, incluso de rebelión, como el principio universal de la igualdad, con el cual se consagró la igualdad universal de todos los seres humanos, fomentando igualmente la solidaridad y la justicia entre todos los pueblos e individuos. Con el paso del tiempo estos principios haciéndole gala al carácter burgués de la revolución que los vieron nacer, fueron convertidos en sustentos ideológicos primarios de una estrategia mundial de dominio de esa misma clase. En aquel momento revolucionaria y combativa, hoy simplemente una masa abstracta, incolora y apátrida de propietarios y gerentes que se reparten el poder a nivel mundial de acuerdo a sus propias correlaciones internas de fuerza que no son otra cosa que la masa de capital junto al poder militar, tecnológico y comunicacional a su servicio y con el cual cuentan de manera efectiva, convertidos ya en una masa mas de capital. Hasta los poderes militares en los EEUU se han venido privatizando y convirtiendo empresas privadas dedicadas al negocio de la guerra. Es lo que Marx llamó en su momento y con su extraordinario genio anticipatorio, la “subsunsión real del trabajo en el capital”. Es decir, en pocas palabras, el momento en que la burguesía empieza a poner en práctica lo que es la utopía mayor del capitalismo: la de convertir el mundo entero en una masa única de capital, incluida la naturaleza, los cuerpos, las ideas y todo lo que puede ser fruto del trabajo y la creación humana. Y en esto de verdad que los “DDHH” o son una carga fastidiosa e inútil, o, siendo mas inteligentes, como en efecto lo han sido, se convierten en mera ideología de dominio haciendo que el muerto les sirva de la manera mas bella.

Hoy en día, tanto un imbécil reaccionario como Bush como un tipo astuto y seductor como el negro Obama a nombre de “los EEUU” son muy claros y perfectamente idénticos a la hora de establecer cualquier relación que involucre a sus queridos y defendidos “EEUU”. Les interesan los negocios que están en juego, para mantenerlos, renegociarlos, transformarlos o aumentarlos. ¿Y en nombre de qué principio ético y universal lo dicen y lo hacen?: en nombre de la democracia, la libertad y los derechos humanos. Ellos –los EEUU- “son” eso; ellos representan mundialmente estos principios que dieron nacimiento a la era moderna. Y lo son porque son el fruto más fuerte y perfecto de la propia revolución burguesa. De esa manera pueden justificar un genocidio de cerca de un millón de personas en Irak o ayudar o promover a cuanta lacra humana se haga de algún poder en cualquier lado del mundo y esté dispuesto a hacer negocios con “ellos”, es decir, con las corporaciones norteamericanas. Muy parecidos o ya iguales son los europeos, en particular los estados alemanes, franceses, ingleses, los de mayor poder económico y militar. Las distintas tonalidades entre ellos y los EEUU, fuertes en algún momento, ahora desaparecen, reuniendo objetivos y discursos comunes para superar la crisis y en nombre, otra vez, de la libertad, la democracia y los DDHH. Ver nada más lo que ha sido el papel de los europeos en Africa y el apoyo directo e indirecto que todas sus corporaciones han dado a las distintas bestias políticas que no solo pararon la revolución popular en el Africa durante los años sesenta sino que luego han sido los comandantes del genocidio humano más brutal de todo el siglo XX, sumando a los nazis o cualquier otra figura odiada por la ideología oficial de esta burguesía mundial, es prueba suficiente. Ahora se suma la tragedia del Sida y vemos idéntico comportamiento, ya no es la guerra sino la enfermedad como tal quien es un negocio más. El cuento sería muy largo si sumamos los casos de las privatizadas Rusia o China (sólo en esta última mas de mil millones de personas viviendo el mas puro despotismo capitalista, claro, sin mascadas de libertad y DDHH , mas sí “socialistas”, pero esto es otro cuento). De todas formas el camino inexorablemente va por la misma senda de las potencias capitalistas que los antecedieron en su lugar de dominio. En fin, digamos de una vez por todas que los DDHH (igual que la democracia) ya no existen por la simple razón que en nombre de ellos se han cometido las crueldades y los actos despóticos más horrendos de la historia humana después de la conquista de América. Lo que significaron ayer, hoy ya no significa nada, o peor, significa todo lo contrario. En nombre de ellos se han negado y acabado con derechos que poderes y regímenes que nunca hablaron de ellos, ni los pensaron, ni los reconocieron en épocas anteriores, ni siquiera se imaginaron o se veían a sí mismos con el “derecho” a semejante crueldad y despotismo. La idea se perdió en el camino de su absoluta negación pero ¿para renacer en qué?, preguntaría un fiel dialéctico.

Inteligentes fueron las Naciones Unidas apenas creadas después de la segunda guerra, cuando retomaron la vieja idea de los revolucionarios franceses y volvieron a crear nuevos principios universales de derechos humanos, esta vez concretándolos y extendiéndolos hacia el derecho a la autodeterminación de los pueblos, el derecho del trabajador a una vida digna, los derechos políticos de los pueblos, el enfrentamiento al racismo, los derechos a la salud, la educación, vivienda, etc. Su apoteosis duró poco y apenas creados fueron más bien las guerras de liberación y no los “los principios de la carta de la ONU” las que sirvieron realmente para lograr algún nivel de autodeterminación y dignidad por parte de unos pocos pueblos. Mas concretos aún fueron y son aún hoy todos aquellos movimientos que en el curso de la revolución cultural de los sesenta hasta nuestros días han venido abriendo nuevas brechas de derecho, sustentándose ya no a los DDHH como idea abstracta y universal, sino en los derechos concretos de pueblos, comunidades, mayorías y minorías, que han venido reivindicando cualquier cantidad de derechos que de una manera aunque sea parcial en algo le han minado el camino al nuevo despotismo de la globalización capitalista y su macabra ideología. Resaltan en este camino los derechos a una sexualidad libre, los derechos de la mujer, los derechos de participación, a la comunicación, los derechos étnicos y culturales de los pueblos, los derechos a la tierra, los derechos de minorías ya sean los derechos de los niños, los homosexuales, los incapacitados, etc. Y últimamente el problema del derecho al hábitat, al ambiente, a la vida sana, en definitiva, el derecho indiscutible de la preservación de la vida.

Es en esta última etapa de la historia, si nos fijamos sobretodo en los movimientos originales que ha destapado todas estas luchas, donde vemos renacer un camino por donde, ya no los “DDHH” sino la lucha real por los derechos de los pueblos, nuevamente cobra sentido. Diríamos que en este caso mas que renacer nace una nueva idea hegemonizada no por una clase apegada a su idealismo universalista, sino a pueblos en concreto, quienes asumiendo de una manera u otra su condición política y liberadora, en este caso rompen barreras desde su propia visión de la historia, su propia cosmovisión del mundo, y por supuesto sus necesidades y deseos concretos. La democracia, la libertad y los mismos DDHH, si no desaparecen como discurso al menos se dicen desde otro lugar de clase, y se luchan desde otra condición humana cual es la condición de pueblos y no de propietarios o mandatarios. Esto ya es suficiente para que identifiquemos una confrontación esencial en el mundo de hoy a nivel del campo ideológico: los imperios, o “el imperio” y sus colonias o “neocolonias” –nosotros desgraciadamente- para soportar y justificar su acción apelan a la “libertad, la democracia, los DDHH”. Mientras que los proletarios del mundo, los que reproducimos la “prole” productiva, una vez que alzan cabeza y asumen su respectiva condición política, nos soportamos ideológicamente en la lucha por lo que consideramos son nuestros derechos mas allá de declaraciones y permisos intelectuales. En otras palabras, lo que “existe” hoy en día, lo que es verdaderamente funcional a lucha por la liberación de los pueblos, no es la lucha por los “Derechos Humanos”-esta ya murió-, son las innumerables luchas de los pueblos por la conquista de sus derechos. Podríamos ir más allá y decir que pueblo que no lucha por lo que ha definido como sus derechos sencillamente no existe. Siendo estos derechos tan infinitos e ilimitados como la diversidad de los pueblos mismos.

Para terminar, es obvio que por todos lados, casi en forma irreconocible o muy confusa en un primer momento, surgen iniciativas que en definitiva buscan recuperar todas estas luchas de los pueblos por sus derechos. El reformismo y muchos movimientos sociales por ingenuidad o estrategia han querido subsumir esto a la “forma estado”, guardando el orden pero introduciendo dentro de él, al interno de constituciones y leyes, reivindicaciones que nacen a partir de estas luchas. Con eso los “políticos” expían sus culpas y justifican su triste papel y los movimientos buscan al menos conservarse. Desde este punto de vista podemos decir que la lucha por los DDHH aún encuentra algún sentido, pero a un precio muy alto: todo esto hace que estas luchas se fragmenten y no encuentren puntos comunes y puentes de acción que les permitan enfrentarse al sistema despótico como tal, más allá de sus maldades particulares. También el propio imperialismo empieza a buscar las formas de “recuperar” esta infinidad de luchas a su marco ideológico. En la última etapa ha resaltado mucho el problema ecológico y el derecho a la vida, cediendo en otros campos atinentes a la sexualidad, los derechos de minorías, homosexuales, derechos básicos de la mujer. Como todo capitalista este no produce nada, busca simplemente capturar y acumular a su beneficio y propiedad lo que es en este caso la plusvalía política e ideológica de los pueblos. Muchas ONG´s juegan un excelente papel en este sentido. Pero, ¿y nosotros, desde el campo libertario y revolucionario, qué?. No digamos como es que los pueblos “han de luchar por sus derechos”. Esta manía directiva y muy burguesa también de estar dirigiendo pueblos “desde el pueblo” a estas alturas es al menos bastante ridícula. Simplemente reconozcamos y ayudemos a potenciar algunas cosas que en nuestra tierra, nosotros como pueblo particular, allí donde hemos sabido rebelarnos y defender nuestra rebelión, podemos aportar. Para sintetizar, parece que por acá a la bendita “libertad” nos gusta interpretarla muy concretamente como el derecho a la autodeterminación individual, colectiva, comunitaria, territorial, nacional, de los pueblos. En lo que respecta a la bendita “democracia” parece que todavía seduce bastante; brillantes o pendejos no sé pero todavía nos encanta poner un voto por alguien que a veces hasta nos parece repugnante; nada que hacer es “orden del comandante”. Pero en fin, mas allá de tonterías, a la democracia también la hemos “resignificado” como dicen algunos ilustres en la dinamización de un poder constituyente ejercido desde abajo y que se realiza en el autogobierno del pueblo; el autogobierno comunitario, fabril, territorial, comunicacional, y sigue la imaginación abriéndose. Y en cuanto a lo que nos atañe, los inexistentes DDHH, debemos confesar al menos dos cosas. Primero que es muy poco lo que se ha pensado y hecho al respecto. Segundo que ha sido el problema de la impunidad, el impune asesinato de centenares de dirigentes populares, lo que de manera aún confusa nos está llevando a tomar este punto y reflexionarlo mas fondo, pero por ahora nada tenemos sino nuestros propios muertos y la rabia con la cual los revivimos en nuestros corazones. Quizás tan solo y por ahora solo podamos deducir dos cosas también: primero que esto de la lucha “contra la impunidad” puede sonar muy justiciero y un derecho “constituido” al cual no vamos a renunciar, ni vamos a renunciar a exigir que se haga justicia, pero es sin duda una línea totalmente limitada ya que depende de la buena voluntad de un sistema policial y de justicia que por delicadeza solo digamos que es un enemigo “magistralmente probado”. La pregunta que parece que ahora se nos abre con mucha fuerza es la siguiente: si ha sido “el derecho a vivir” y el deseo con que se acabe de una vez por todas con los que han asesinado literalmente ese derecho, ese derecho inalienable a “vivir”, violado por las razones políticas y de confrontación de clases que conocemos, preguntémonos entonces, ¿cómo vamos a hacer para luchar y defender nosotros ese derecho y ese máximo deseo de “vivir” y en concreto de “vivir en lucha”? y por extensión obvia, ¿cómo hacemos para unificar, hacer puente en una plataforma integradora, las luchas concretas de nuestro pueblo por lo que él, en toda su diversidad, ha reconocido como “sus derechos”?. Ojalá estas preguntas ayuden a construir caminos.

Volvemos por todos los caminos.

Roland Denis

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